Hasta la llegada del radicalismo
al gobierno sólo los hijos del poder accedían a las universidades, que eran un
instrumento esencial de control ideológico y garantizaban la continuidad del
sistema, educando, en los mismos valores de sus padres, a los futuros
dirigentes de un país al que consideraban una propiedad privada. En 1918 en la
Argentina existían solamente tres universidades nacionales: la de Córdoba,
fundada en 1613, la Buenos Aires, fundada en 1821 y la de La Plata, de 1890. La
matrícula de las tres juntas llegaba por aquel entonces a catorce mil alumnos.
La Ley Electoral y la llegada al
poder del radicalismo alentó las esperanzas de la clase media de acceder a una
aspiración natural, fomentada y frustrada a la vez, por la lógica histérica del
sistema capitalista: el ascenso social de sus hijos por medio del ejercicio de
profesiones liberales. El sistema universitario vigente era obsoleto y
reaccionario. Los planes de estudio estaban décadas atrasados.
En la Universidad de Córdoba la
influencia clerical era notable y los egresados, independientemente de su
credo, debían jurar al recibirse, obligatoriamente, sobre los santos
evangelios. Valga como ejemplo del atraso, el programa de filosofía de la
cátedra del doctor Ignacio Garzón, en cuya “bolilla” 16 se hablaba de los
“deberes para con los siervos”.
Todo empezó a fines de 1917
cuando las autoridades de la Universidad de Córdoba decidieron modificar el
régimen de asistencia a clase y cerraron el internado del Hospital de Clínicas.
Esto llevó a la movilización de los estudiantes que crearon un “Comité pro
Reforma” integrado por ocho delegados de las facultades de Medicina, Derecho e
Ingeniería. Presidido por el estudiante de Derecho Horacio Valdés y el de
Medicina Gumersindo Sayazo, el comité declaró la huelga general estudiantil el
31 de marzo de 1918, en un acto en el Teatro Rivera Indarte.
Frente al reclamo de los
estudiantes, el 2 de abril, el “democrático” Consejo Superior decidió clausurar
la universidad. El comité estudiantil redactó un memorial con sus reclamos y se
lo envió al ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, José S.
Salinas: “No sólo es el régimen orgánico de los estudios superiores que precisa
modificase: es urgente la renovación del profesorado, en forma que asegure la
competencia de los docentes designados; es indispensable la reforma de los
planes de estudio para modernizar y mejorar la enseñanza, y queremos, por fin,
los estudiantes, otra organización disciplinaria, menos meticulosa, más sincera
y más útil. Todo ello, a nuestro juicio, si no es secundario, tiene como base
la reforma de la constitución universitaria, que, entregando hasta la fecha, a
unos pocos el gobierno de la casa, mediante las academias vitalicias, ha
substraído la universidad a las innovaciones que su propio progreso
necesita”.
La Reforma se iba tornando
sanamente contagiosa y en Buenos Aires se constituía la Federación
Universitaria Argentina (FUA), presidida por Osvaldo Loudet, con Julio González
(La Plata) como secretario y los vocales Guillermo Watson (Buenos Aires),
Humberto Gambino (Litoral), Alejandro Terrera (Tucumán) y Gumersindo Sayago
(Córdoba). En Córdoba los estudiantes disolvieron el Comité pro Reforma y
fundaron la Federación Universitaria de Córdoba (FUC). Por su parte, los
sectores reaccionarios, horrorizados por la “insolencia” de la movilización
estudiantil, cerraron filas bajo el nombre de “Comité pro Defensa de la
Universidad” y en los centros Católicos de Estudiantes, con Pedro Tilli como
presidente y Atilio Dell’Oro Maini como secretario.
Una delegación de estudiantes
viajó a Buenos Aires y se entrevistó con el presidente Yrigoyen, […] quien
nombró interventor al procurador general de la Nación, José Nicolás Matienzo.
A poco de llegar a Córdoba, el
interventor comprobó la veracidad de las denuncias de los estudiantes y
presentó un proyecto de reformas al estatuto reconociendo que “la actual
inamovilidad de los cuerpos directivos de las facultades, compuestos de
miembros vitalicios que proveen de su propio seno los cargos de rector, de
decanos y de delegados al Consejo Superior, ha producido una verdadera
anquilosis al organismo universitario”.
El informe Matienzo dio sus
primeros frutos y a través de un decreto del presidente Yrigoyen del 6 de mayo
se decidió la elección, por parte de los docentes, del consejo y del rector.
Ante estas medidas los profesores más ultramontanos renunciaron a sus puestos,
lo que le facilitó la tarea a Matienzo, que al declarar vacantes los cargos de
rector, decanos y académicos con antigüedad superior a dos años, logró que sólo
sobrevivieran a la purga siete profesores de la vieja guardia. El 28 de mayo
fue un día histórico para la universidad argentina: por primera vez se votaron
democráticamente los cargos docentes de una casa de altos estudios y resultó
electa una mayoría de profesores cercanos al ideario de la FUC.
Pero faltaba dar el paso más
importante: la elección del rector. Los estudiantes nucleados en la FUC tenían
su candidato, el doctor Enrique Martínez Paz, y lanzaron su candidatura en un
acto en el Teatro Rivera Indarte. La “contrarreforma” impulsaba a Antonio Nores
y los “moderados”, a Alejandro Centeno. En las dos primeras votaciones ningún
candidato alcanzó la mayoría, y para la tercera los partidarios de Nores
consiguieron los votos de Centeno y derrotaron por veinticuatro a trece a
Martínez Paz.
El edificio donde se realizaba la
elección estaba rodeado por cientos de estudiantes, que al enterarse de la maniobra
que tramaban los conservadores, invadieron la sala donde sesionaba la Asamblea
destrozando todo lo que pudieron, tirando por las ventanas los cuadros de los
profesores, muchos de ellos sacerdotes. Lo único que quedó en pie y se respetó
fue la biblioteca. Se proclamó nuevamente la huelga general, la revolución
universitaria y la universidad libre. Los estudiantes marcharon por la ciudad
recibiendo el apoyo de la población en general y del movimiento obrero en
particular.
Cuando el rector electo Antonio
Nores intentó asumir sus funciones volvieron a producirse incidentes.
Finalmente se reunió en su despacho con miembros de la FUC, quienes le
solicitaron la renuncia, a lo que, según algunas versiones, el “democrático”
rector contestó que prefería un tendal de cadáveres, antes que renunciar.
Mientras tanto, ordenaba a la policía la detención de sus interlocutores.
El accionar de los estudiantes
cordobeses obtuvo la adhesión de sus pares porteños, de distintas
organizaciones obreras y de políticos e intelectuales destacados como Homero
Manzi, Alfredo Palacios, Francisco Borroetaveña, Juan Zubiaur, José Ingenieros,
Juan B. Justo, Alfredo Palacios, Juan Luis Ferrarotti, Mario Bravo, Telémaco
Susini, Enrique Dickmann, Nicolás Repetto, Augusto Bunge, Antonio de Tomaso,
Juan P. Tamborín y Leopoldo Lugones.
El 21 de junio los reformistas
dieron a conocer el denominado “Manifiesto Liminar”, redactado por Deodoro Roca
y dirigido a "los hombres libres de América del Sur”: "Hombres de una
República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX,
nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar
a todas las cosas por el nombre que tienen. Desde hoy contamos para el país una
vergüenza menos y una libertad más (...) Creemos no equivocarnos, las
resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución,
estamos viviendo una hora americana. La juventud ya no pide. Exige que se le
reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios
por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha
sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede
desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia
casa”.
El 23 de junio la FUC convocó a
un gran acto que reunió a más de quince mil personas (nueve mil, según la
aritmética policial, conservadora cuando se trata de este tipo de actos), donde
se leyó un documento que anunciaba que “el nuevo ciclo de civilización que se
inicia, cuya sede radicará en América porque así lo determinan factores
históricos innegables, exige un cambio total de los valores humanos y una
distinta orientación de las fuerzas espirituales, en concordancia con una
amplia democracia sin dogmas ni prejuicios”. 4El 30
de junio otra manifestación encabezada por Mario Bravo fue atacada por la
policía, lo que motivó protestas de la Federación Obrera y de otras entidades y
partidos políticos, inclusive la fracción “azul” del radicalismo.