El
radicalismo se abstuvo de participar en elecciones fraudulentas Ante el arresto
de sus dirigentes y los reiterados y groseros fraudes con que se sostenía el
sistema oligárquico, el Comité Nacional de la Unión Cívica Radical declara la
abstención electoral y propone la insurrección popular y la lucha
revolucionaria como método de conquista del gobierno y las libertades cívicas.
Pocos
días antes de las elecciones, el 2 de abril de 1892, el
presidente Carlos Pellegrini denunció falsamente que había un complot
radical para tomar el poder y asesinar a los principales líderes oficialistas. Inmediatamente
decretó el estado de sitio y detuvo a los principales líderes
radicales, entre ellos Leandro Alem. En esas condiciones y sin la participación
de la Unión Cívica Radical, se realizaron las elecciones del 10 de
abril en las que resultó elegido presidente el candidato oficialista Luis
Sáenz Peña.
Por
entonces, las características del régimen electoral argentino en el que no
regía el "voto secreto", y las amplias facultades con las que
contaba el Presidente de la Nación (intervención de provincias, estado de
sitio, control de las fuerzas armadas y de seguridad), condicionaban
severamente las posibilidades de acceso al poder mediante elecciones
libres.
Una
vez liberados los líderes radicales, y ante la evidencia de que el gobierno
nacional volvería a impedir por todos los medios su acceso al poder mediante elecciones,
la Unión Cívica Radical comenzó a reorganizarse y preparar un nuevo
levantamiento armado. Alem se caracterizaría entonces por elevar la idea de intransigencia
radical hasta constituirla en un principio supremo de acción política. Una
famosa frase, escrita en el testamento político de Leandro Alem, lo define
con claridad:
"¡Que se rompa,
pero que no se doble!"
Al
mismo tiempo emergió una fuerte oposición entre Alem y su sobrino, Hipólito
Yrigoyen, quien ya controlaba las fuerzas radicales en la Provincia de
Buenos Aires y desconfiaba de la capacidad de organización de su tío. La Unión
Cívica Radical se dividió entonces entre los rojos que apoyaban
a Alem, y los líricos partidarios de Yrigoyen. Entre los seguidores
de Alem estaban: Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen, Juan
M. Garro, Francisco Barroetaveña, Leopoldo Melo, Adolfo Saldías. Por
su parte Yrigoyen no daba participación a nadie en la toma de sus decisiones,
pero entre los dirigentes que entonces lo seguían con lealtad hay que destacar
al joven Marcelo T. de Alvear, que luego será presidente de la Nación.
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